Cuando los suspensos llegan para quedarse y el pasar de curso está siempre en la cuerda floja, se ponen en marcha todos los recursos de la familia para hacerles frente: horas codo a codo con el estudiante viviendo deberes y exámenes de nuevo en primera persona, premios y castigos, amenazas y sobornos, profesores particulares y academias…
Puede que las notas mejoren o puede que no, pero las relaciones familiares se tensan, aparecen o se acentúan conductas desafiantes y problemas de comportamiento, la autoestima del niño se resiente y la duda entre si será cuestión de vagancia o si hay alguna dificultad que no estamos sabiendo ver se instala.
El fracaso escolar es un fenómeno que no responde a una única causa. Cada alumno es un caso particular, y su nivel de rendimiento académico puede estar determinado por infinidad de factores, pero vamos a describir algunos de los que pueden estar influyendo:
En primer lugar, debemos tener en cuenta los fallos del sistema educativo. La escuela tradicional castiga determinados comportamientos y actitudes: un niño inquieto, curioso, respondón… «poco dócil» puede ser sistemáticamente castigado por su comportamiento, puede que desde pequeño sea clasificado como «mal estudiante», cuando sus capacidades académicas no son ningún problema. También nuestro sistema de enseñanza se centra en un estilo de aprendizaje concreto: memorístico, teórico, reflexivo... por lo que los niños con un estilo de aprendizaje más procedimental o pragmático tienen mayores dificultades para asimilar la información.
Entre las dificultades del propio estudiante relacionadas en mayor medida con las competencias académicas podemos encontrar las siguientes:
La falta de motivación por los estudios, común a los niños con fracaso escolar, puede estar causada por las propias dificultades para obtener unos buenos resultados, pero también por el aburrimiento en el caso de los niños con altas capacidades o superdotación intelectual los cuales, pese a sus elevadas capacidades cognitivas, pueden no tener un buen rendimiento en la escuela.
Las dificultades emocionales como la depresión o la falta de autoestima, comunes en la adolescencia, pueden interferir de forma importante en la capacidad de atención y concentración, y, por tanto, en los resultados académicos.
Un descenso de las calificaciones también puede ser un síntoma de una situación de gran estrés vital, como puede ser una separación traumática de los progenitores, un cambio de domicilio… pero también situaciones más graves como el acoso escolar o bullying, situaciones de abuso o maltrato, etc.
Frente a este fenómeno multicausal es muy importante realizar una detallada evaluación por parte de la psicóloga infantil para determinar qué factores están incidiendo en los malos resultados académicos. Solo de esta forma podemos realizar un diagnóstico certero y una intervención eficaz mediante pautas que ayuden al niño y a su familia a salir de esta situación.